Que fácil es ver con los ojos cerrados, sin niebla que te eche atrás o sol que deslumbre.
Pero empeñados en guiarnos por visión , no los cerraremos hasta que todo elemento sea molesto.
No, no será la pesadez de tus párpados la que te hará reaccionar con violento pestañeo , sino las mijillas que caigan salpicadas del viento. Por ellas, quizás, conozcas algún día la luminosidad que hay en lo negro.

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